Biografía
Bartolomé Esteban Murillo nació en Sevilla y fue bautizado allí el 1 de enero de 1618. Su padre, Gaspar Esteban, era barbero-cirujano; su madre, María Pérez Murillo, provenía de una familia de plateros y pintores. Siguiendo la tradición andaluza, el pintor adoptó el apellido materno, Murillo, en vez del paterno.
Quedó huérfano a la edad de nueve años cuando, en un plazo de seis meses, perdió a ambos padres. Recibió instrucción en el estudio que tenía en Sevilla Juan del Castillo, pariente suyo por parte de madre, pero no hay constancia de un contrato de aprendizaje. En 1645 Murillo contrajo matrimonio con Beatriz Cabrera y Villalobos, con quien estuvo casado veinte años y tuvo once hijos. Ese mismo año recibió su primera comisión importante: una serie de once lienzos para el pequeño claustro del Monasterio de San Francisco el Grande, en Sevilla. En estas obras, Murillo combina la influencia de la pintura de Francisco de Herrera el Viejo con el naturalismo y el tenebrismo de Francisco de Zurbarán.
Quedó huérfano a la edad de nueve años cuando, en un plazo de seis meses, perdió a ambos padres. Recibió instrucción en el estudio que tenía en Sevilla Juan del Castillo, pariente suyo por parte de madre, pero no hay constancia de un contrato de aprendizaje. En 1645 Murillo contrajo matrimonio con Beatriz Cabrera y Villalobos, con quien estuvo casado veinte años y tuvo once hijos. Ese mismo año recibió su primera comisión importante: una serie de once lienzos para el pequeño claustro del Monasterio de San Francisco el Grande, en Sevilla. En estas obras, Murillo combina la influencia de la pintura de Francisco de Herrera el Viejo con el naturalismo y el tenebrismo de Francisco de Zurbarán.
En este período temprano pintó a menudo imágenes de niños, por lo que adquirió fama en el extranjero, especialmente en Inglaterra y Francia. Sus pinturas de la Virgen y el Niño contribuyeron a popularizar aún más este tema.
Murillo produjo una cantidad considerable de obras de carácter religioso, entre ellas numerosas imágenes de la Inmaculada Concepción. Fue también uno de los más grandes retratistas de su época, habiendo desarrollado desde temprano importantes contactos con la clase intelectual sevillana, que se mostró deseosa de comisionarle retratos. Durante la década de 1650, Murillo cambió a menudo de domicilio, posiblemente en busca de espacio para su familia cada vez más numerosa.
Murillo produjo una cantidad considerable de obras de carácter religioso, entre ellas numerosas imágenes de la Inmaculada Concepción. Fue también uno de los más grandes retratistas de su época, habiendo desarrollado desde temprano importantes contactos con la clase intelectual sevillana, que se mostró deseosa de comisionarle retratos. Durante la década de 1650, Murillo cambió a menudo de domicilio, posiblemente en busca de espacio para su familia cada vez más numerosa.
Se encontraba entonces en el apogeo de su carrera y recibía de continuo importantes comisiones para altares y retratos. En enero de 1660, Murillo, Francisco de Herrera el Joven y varios otros artistas prominentes fundaron la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría en Sevilla, con Murillo como presidente. En 1663, Murillo se mudó a la parroquia de San Bartolomé. Su esposa murió en diciembre de ese año. La década siguiente a esta muerte fue la más prolífica del artista. Cuando trabajaba en un altar para la iglesia de Santa Catalina, en Cádiz, Murillo sufrió una caída de un andamio. Falleció pocos meses más tarde.
Obras
Niños comiendo melón y uvas
Murillo se convertirá en uno de los principales pintores infantiles del Barroco, tanto a la hora de representar figuras divinas como el Niño Jesús o San Juanito o personajes absolutamente reales como estos niños que aquí observamos. Se trata de una obra juvenil, fechada entre 1645-50 y en ella apreciamos la influencia naturalista en la pintura de Murillo. Las dos figuras aparecen ante un
edificio en ruinas, interesándose el artista por presentarlos como auténticos pícaros, destacando sus ropas raídas y sus gestos de glotonería. Los detalles están captados a la perfección -especialmente las frutas- creando Murillo una apreciable sensación de realidad. La pincelada comienza a adquirir una mayor soltura y los efectos de vaporosidad y transparencia empiezan a surgir gracias a su contacto con Herrera y la pintura veneciana.
Murillo se convertirá en uno de los principales pintores infantiles del Barroco, tanto a la hora de representar figuras divinas como el Niño Jesús o San Juanito o personajes absolutamente reales como estos niños que aquí observamos. Se trata de una obra juvenil, fechada entre 1645-50 y en ella apreciamos la influencia naturalista en la pintura de Murillo. Las dos figuras aparecen ante un
edificio en ruinas, interesándose el artista por presentarlos como auténticos pícaros, destacando sus ropas raídas y sus gestos de glotonería. Los detalles están captados a la perfección -especialmente las frutas- creando Murillo una apreciable sensación de realidad. La pincelada comienza a adquirir una mayor soltura y los efectos de vaporosidad y transparencia empiezan a surgir gracias a su contacto con Herrera y la pintura veneciana.
Anciana espulgando a un niño
Las escenas costumbristas serán una de las especialidades de Murillo, existiendo una amplia demanda de estos temas, especialmente entre los comerciantes y
banqueros flamencos que habitaban en Sevilla. En la1 década de 1660 pintaría esta Anciana espulgando a un niño, también llamada Abuela espulgando a su nieto. La composición se desarrolla en un interior, recortándose las figuras sobre un fondo neutro al estar iluminadas por un potente foco de luz que entra por la ventana. El pequeño tumbado sobre el suelo come pan y acaricia al perrillo mientras que la mujer procede a quitarle las pulgas o los piojos de la cabeza. La anciana concentra toda la atención en su tarea y ha abandonado sus útiles de hilado que aparecen sobre la banqueta de la derecha. Al fondo podemos contemplar una mesa con una jarra y un cántaro, lo que nos indica que se trata de una familia con escasos recursos económicos pero que sobrevive humildemente. Este detalle también se puede apreciar en sus vestidos ya que no observamos jirones como en otras escenas -véase los Niños jugando a los dados-. El naturalismo con el que trata Murillo la escena se aleja del empleado por Zurbarán años atrás, lo que indica la evolución de su pintura hacia un estilo muy personal, caracterizado por las atmósferas.
banqueros flamencos que habitaban en Sevilla. En la1 década de 1660 pintaría esta Anciana espulgando a un niño, también llamada Abuela espulgando a su nieto. La composición se desarrolla en un interior, recortándose las figuras sobre un fondo neutro al estar iluminadas por un potente foco de luz que entra por la ventana. El pequeño tumbado sobre el suelo come pan y acaricia al perrillo mientras que la mujer procede a quitarle las pulgas o los piojos de la cabeza. La anciana concentra toda la atención en su tarea y ha abandonado sus útiles de hilado que aparecen sobre la banqueta de la derecha. Al fondo podemos contemplar una mesa con una jarra y un cántaro, lo que nos indica que se trata de una familia con escasos recursos económicos pero que sobrevive humildemente. Este detalle también se puede apreciar en sus vestidos ya que no observamos jirones como en otras escenas -véase los Niños jugando a los dados-. El naturalismo con el que trata Murillo la escena se aleja del empleado por Zurbarán años atrás, lo que indica la evolución de su pintura hacia un estilo muy personal, caracterizado por las atmósferas.
La Sagrada Familia del pajarito
Una de las obras realizadas por Murillo, en el estilo naturalista que habían puesto de moda Zurbarán o Velázquez en Sevilla, es la Sagrada Familia del Pajarito, que recibe ese nombre por el pajarillo que el Niño Jesús muestra al perro. La total ausencia de elementos divinos o celestiales hace que nos situemos ante una escena familiar, como si el pintor abriera las puertas de su propio hogar para mostrarnos el juego del pequeño acompañado por su padre, mientras la madre ha parado en sus labores de hilado para comer una manzana. Son figuras elegantes pero no dejan de poseer cierto realismo; el protagonista es el Niño Jesús, iluminado por un potente foco de luz procedente de la izquierda
que provoca contrastes, dejando el fondo en total penumbra sobre el que se recortan las figuras, aunque junto a San José se vislumbra el banco de carpintero. No obstante, la iluminación es matizada y supera el estricto tenebrismo.
El excelente dibujo del que siempre hará gala Murillo se aprecia claramente en sus primeras obras, donde los detalles son también protagonistas: el cesto de labor de la Virgen, los pliegues de los paños, los miembros de las figuras, el gesto del perrito. En relación con el dibujo, hay que advertir que Murillo fundaría una Academia de Pintura junto a Francisco de Herrera "el Mozo" en 1660. El colorido empleado es el que caracteriza esa primera etapa del artista siguiendo el estilo de los naturalistas. Colocar a San José como protagonista de la escena junto al Niño Jesús viene motivado por las discusiones teológicas sobre la función del santo en la vida de Cristo. Si, en un principio, se pensó que no había tenido nada que ver en la educación de Jesús (de hecho, en el tríptico de la Adoración de los Magos de El Bosco aparece en la tabla lateral) a medida que pasa el tiempo se considera que la labor de San José es cada vez más importante y, por ello, aquí le vemos como el padre ideal, con un rostro inteligente y paciente, que incluso relega a la figura de María a un segundo plano. Pueden apreciarse ciertos ecos de la pintura de Rafael en esta Sagrada Familia.
que provoca contrastes, dejando el fondo en total penumbra sobre el que se recortan las figuras, aunque junto a San José se vislumbra el banco de carpintero. No obstante, la iluminación es matizada y supera el estricto tenebrismo.
El excelente dibujo del que siempre hará gala Murillo se aprecia claramente en sus primeras obras, donde los detalles son también protagonistas: el cesto de labor de la Virgen, los pliegues de los paños, los miembros de las figuras, el gesto del perrito. En relación con el dibujo, hay que advertir que Murillo fundaría una Academia de Pintura junto a Francisco de Herrera "el Mozo" en 1660. El colorido empleado es el que caracteriza esa primera etapa del artista siguiendo el estilo de los naturalistas. Colocar a San José como protagonista de la escena junto al Niño Jesús viene motivado por las discusiones teológicas sobre la función del santo en la vida de Cristo. Si, en un principio, se pensó que no había tenido nada que ver en la educación de Jesús (de hecho, en el tríptico de la Adoración de los Magos de El Bosco aparece en la tabla lateral) a medida que pasa el tiempo se considera que la labor de San José es cada vez más importante y, por ello, aquí le vemos como el padre ideal, con un rostro inteligente y paciente, que incluso relega a la figura de María a un segundo plano. Pueden apreciarse ciertos ecos de la pintura de Rafael en esta Sagrada Familia.
Vídeos
Enlaces
Presentación: https://es.slideshare.net/Frangon43/murillo-75823366
http://www.arteespana.com/murillo.htm
http://www.arteespana.com/murillo.htm
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